viernes, 23 de septiembre de 2011

¿Qué es la fe?



La atracción sexual: entre lo biológico y lo cultural

Habría que conocer desde qué momento histórico y en qué sociedades, la mujer empieza adornarse para poder ser elegida como pareja frente a la competencia del resto de mujeres del grupo.

El hombre se adorna para hacer gala de su poder frente a los demás dentro del colectivo de hombres. Su poder es la expresión de su fuerza física, de su posición social, de su poder económico o bien la suma de alguna de ellas.

Si en un grupo de cazadores-recolectores el hombre dibuja en su cuerpo estas expresiones, en una sociedad tecnológica moderna hace gala de sus propiedades, se viste con prendas de prestigio, conduce un vehículo caro o pertenece a un grupo social de élite.

La mujer, biológicamente, intentará aparearse con el mejor macho disponible, y viceversa, y el único elemento que tiene a su alcance para escoger, es la apariencia.

Como he dicho, el hombre, al igual que la mujer, intentará aparearse con la mujer cuya apariencia -según los cánones culturales establecidos- estime mejor.

La apariencia física es el indicador de la salud biológica, de la capacidad de procreación. Aunque en cada colectivo social el patrón de belleza es distinto, sin embargo, es conocido por todos los miembros de dicha comunidad.

Así, la mujer siempre ha procurado adornarse lo mejor posible con el fin de ser elegida por el mejor hombre.

A partir de las conquistas de los movimientos de liberación de la mujer, parecería que las cosas, en las sociedades industriales "avanzadas" como la nuestra, debían cambiar al decretarse la igualdad social entre hombres y mujeres. Sin embargo, lo que se percibe es que no ha ocurrido nada parecido en relación a la atracción sexual, ni en el fondo, ni en las formas que quizá hoy son aún más acusadas.

Hoy, la mujer de una sociedad tecnológica avanzada se viste, al menos desde la visión del hombre, de forma extraordinariamente sexual, incluso las casadas. Muchas mujeres lo niegan y arguyen que se visten de acuerdo con los cánones que marca su grupo social de género y que lo hacen, no para los hombres, sino para su propio grupo (sin elemento sexual), es decir, para estar en el lugar social al que aspiran.

Ahora bien, el grupo social mujer, en tanto que grupo social en igualdad con el grupo social hombre, compite con éste por mejorar su estatus social global y, de momento, la única forma de conseguirlo, es siendo aceptado en el grupo social hombre que, hoy por hoy, es el grupo dominante en estas sociedades.

Este fenómeno se observa particularmente en las clases económicas y sociales medias y altas.
Son los grupos mujer de estas clases los que compiten con los correspondientes grupos hombre por el poder y el prestigio social.
Pero para ello deben ser admitidas en el grupo social dominante, el grupo hombre, que no las aceptará si no poseen el aspecto sexual deseado.

Por tanto, la competencia en el grupo de mujeres (en este caso, la competencia sexual) va dirigida en última instancia hacia el grupo hombre.

Por ello no es de extrañar el auge que la industria de la belleza tiene en nuestros días.

Acerca de "la condición universal de la inferioridad de las mujeres"

Los primeros estudios feministas, desde Simone de Beauvoir y, sobre todo, los estudios realizados a partir de la década de 1960, buscaban el origen de la posición subordinada de la mujer. Partiendo de la evidencia de la subordinación de la mujer en la sociedad occidental, los estudios feministas buscaron en la antropología y el psicoanálisis los elementos necesarios para su interpretación. El análisis de las etnografías a través del filtro feminista evidenció que la situación de subordinación de la mujer es una condición universal: en todo tiempo, en todo lugar y en todo grupo social la mujer se halla en situación de inferioridad respecto del hombre.

Una aportación para comprender el por qué de esa situación universal de inferioridad podría venir dada por un elemento que posee también la condición de universal. Los humanos se diferencian en múltiples aspectos, su inteligencia, su habilidad manual, su fuerza, sus instintos, sus deseos. En todo grupo humano, en toda sociedad humana los individuos luchan por el poder, el poder permite un grado superior de supervivencia. La estratificación social que puede observarse en cualquier grupo humano, dominada por aquellos que son capaces de imponer su superioridad, es el elemento que, unido a la diferenciación de género, puede dar cuenta de la universalidad de la distribución jerárquica de los sexos que sitúa a la mujer en un plano inferior respecto del varón.

Víctor Turner en La selva de los símbolos describe la clasificación ritual de los colores. Concluye que «El simbolismo del color no tiene connotaciones directamente sexuales, aunque en situaciones específicas el rojo y el blanco pueden representar la oposición de los sexos.». Sin embargo, en ningún momento he percibido que esa oposición dicotómica entre sexos implique una jerarquía, es decir, no se desprende que lo blanco sea mejor que lo rojo ni cuando lo blanco se asocia a lo masculino y lo rojo a lo femenino ni viceversa.